
Aquí, en el Núcleo de la Imaginación, donde nacen las historias y los rumores de mundos lejanos encuentran su voz, Jandria se alza como un refugio para los viajeros que buscan más que una simple historia. Entre sus páginas, las leyendas convergen y los caminos invisibles se despliegan para aquellos dispuestos a explorarlos. Cada palabra urdida por Alma Labiur es un hilo que se funde con la esencia del lugar, un fragmento de universos que aguardan ser descubiertos. No existe mapa para llegar aquí, solo la certeza de que aquellos que buscan lo inexplorado, lo hallarán.


Bajo el corazón de Karnák, entre raíces de piedra y susurros antiguos, se oculta un lugar que pocos conocen: La Biblioteca de las Profundidades. No existe mapa que la señale, ni camino trazado que guíe hasta sus puertas. Solo aquellos que escuchan el llamado de los vestigios ocultos pueden encontrar la entrada, un arco de roca viva que palpita con magia ancestral.
Sus estanterías no están hechas de madera, sino de piedra esculpida por manos olvidadas, talladas con símbolos secretos que murmuran al ser tocados. No hay luz en sus corredores, salvo la de pequeños cristales incrustados en los techos abovedados, que emiten un resplandor pálido, semejante al brillo de la luna.
Cada libro que reposa en esas estanterías está vivo. No en el sentido biológico, sino en algo más profundo y místico. Sus páginas cambian, se reescriben, vibran al compás de los secretos que contienen. A veces, un leve susurro emerge de ellos, como si dialogaran en lenguas olvidadas. Nadie sabe a ciencia cierta cuántos volúmenes existen, pues la biblioteca se expande y contrae, como si fuera un ser viviente, adaptando sus pasillos y abriendo nuevas cámaras al capricho de su propia voluntad.
Dicen los sabios que algunos libros, aquellos más polvorientos y remotos, son capaces de narrar su contenido en voz baja si uno se acerca lo suficiente. Otros, en cambio, se abren por sí solos cuando un lector adecuado se encuentra en su presencia, como si reconocieran el destino grabado en sus páginas.
Los guardianes de La Biblioteca de las Profundidades son Karnákos especializados, elegidos y nombrados por la Creadora de Vida para proteger sus secretos. Nadie puede llevarse los libros, pues poseen voluntad propia. Solo aquel elegido o elegida que cuenta con el beneplácito de los custodios consigue la llave mágica para pasearse por ese laberíntico lugar, donde los pasillos cambian y se retuercen, revelando secretos únicamente a aquellos dignos de conocerlos.
El Origen de Jandria
Jandria no nació de un plan ni de una idea concreta. Surgió como brota la niebla entre las montañas: silenciosa, inevitable, mágica. Se forjó en los márgenes de los sueños, allí donde las historias no encuentran cabida en este mundo y buscan un refugio para seguir existiendo.
Su primer aliento emergió de los libros olvidados, los que jamás llegaron a ser leídos, pero se negaron a desaparecer. Fue entonces cuando Alma Labiur, tejedora de mundos, escuchó el llamado. No fue una voz clara, sino una sensación persistente: la certeza de que había que construir un lugar donde lo imaginado pudiera tener hogar.
Así emergió Jandria, entre palabras no pronunciadas y páginas aún en blanco. Una tierra donde cada historia encuentra su lugar, donde los lectores no solo leen, sino que cruzan portales y recorren pasillos llenos de misterio.
No tiene una fecha. No tiene un comienzo. Jandria simplemente es. Y siempre ha estado esperando ser descubierta.


Jandria no te ofrece certezas, te entrega caminos. Porque hay respuestas que solo se revelan a quien se atreve a caminar sin mapa.
La biblioteca de Karnák
Sobre nuestra tejedora de historias
No escribe para escapar del mundo. Escribe para crear otros.
No la verás en los márgenes de los libros, ni al pie de las páginas. Se encuentra en lo invisible: entre los silencios, en las pausas que respiran y en los caminos que se abren solo a quien sabe mirar.
La tejedora de historias de Jandria no impone relatos, los cultiva. No dibuja mapas, pero deja marcas que solo el lector adecuado sabrá seguir. Es la que escucha voces que otros descartan, la que recoge hilos olvidados para entrelazarlos en tapices de palabras que vibran con verdad.
Desde muy joven comprendió que las palabras no eran solo herramientas para contar, sino llaves que abrían lo que parecía cerrado. Así emergieron, La Tierra de las Puertas y otros mundos que hoy habitan entre estas páginas. Cada historia no es un producto: es un sendero. Cada lector, un viajero.
En sus obras no hay gritos, hay transformación. No hay ruido, hay profundidad. Porque en cada libro que nace de sus manos, la tejedora deja más que letras: deja la certeza de que la fantasía es también una forma de verdad.





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